domingo, 27 de julio de 2014

Oh, dulce nada.

No tiene nada en absoluto,
Obsoleto por la nada,
Usa el mismo jabón todos los días,
Pero qué lleno a veces,
Y que contento entonces,
Cuando no tiene nada más ella,
Menos ella es nada en absoluto.

Oh bella nada,
qué dulce darme cuenta,
de que eres la única que me acompaña,
te conozco todos los días,
y cada semana eres nueva,
y cuando te creo perdida,
llamas otra vez a mi puerta.

Oh dulce nada,
que ruidosa eres a veces,
que me tengo que poner los cascos
e interrumpir tu discurso,
quien la sigue la consigue, dicen
tras todas estas décadas
nadie es más tuyo de lo que soy yo,
pero jamás callarás mi alma,
ella canta.

miércoles, 2 de julio de 2014

Un horrible preludio a nada en concreto.

Teclear con rapidez no era un habilidad que conquistara sus manos a la hora de ponerse a escribir sobre el teclado. Pensaba más rápido que cualquier otra cosa que hiciese. Todo lo que hacía era pensar. Y a veces, pensaba en hacer algo físico, pero bueno, siempre había una imitación de su voz habitando en su cabeza, conversando con él desde lo más recóndito de su cráneo. Se imaginaba que un hombrecillo inquilino había habitado en su cuerpo desde que nació, vestido de gris, con barba y pelo largo mal cuidados, sucio y con muchas arrugas pero con ojos cuyo brillo inundaba el interior de uno de sólo mirarlos, aunque fuese de refilón. El hombrecillo escuchimizado de rasgos faciales ofídicos a veces cantaba el aria de la razón y el pensamiento tan alto, que su voz parecía resonar en cada milímetro que formaba el cuerpo de Haitô, haciendo vibrar la capa más profunda de su piel como si de un amplificador de bajo eléctrico se tratase.

Pensar demasiado era una parte de él, y sus actos, para bien o para peor, siempre se correspondían con sus pensamientos y conclusiones y convicciones internas, cada vez de manera más intensa.

Él, a sus 17, era todo racionalidad y divagación.