domingo, 10 de enero de 2016

Capítulo

Ha vuelto a su ser mi alma poética y, con dulce oboe cadente, resuena en su despertar, aún con sus párpadeos a medio besar.

Me dice: ¡Ama ahora! ¡Odia ahora! Porque todo y su contrario son siempre buenos, y por tanto malos, y por tanto completos. ¡Ama ésto! ¡Que es inmediato!

Y se fue.

Pero lo escribí, y ahora es eterno. Recuerda mi alma poética unos versos: ¡ p u e s   t e   a m o ,  oh  , e t e r n i d a d !

Oh, aeterna fugacidad de lo vivido, y qué bien inmortalizas. Y por ello, a ti me debo.

Viene a mi alma de poeta una imagen de una reflexión acompañada, que, de momento, sólo me parece interesante a mí.

Un mar, vasto y orgulloso, en su terreno, fluctuando como siempre, y gruñendo y mezclándose tanto con viento y con arena. Y un ente abrigado a los tres cuartos, frente a ella, sus pies hundidos en la orilla. Una poética imagen que tan pronto interpreté de una manera, como de otra. El vasto mar, enfurecido y libre de no ser yo, pero preso de ser mar, besando, con más pasión que cualquier joven, todo lo que a su camino besa. Como dos jóvenes, de hecho, se miran el ente abrigado y el mar. Y de ahí lo romántico. El ente, humana, se enfrenta a un vasto de lo desconocido y de lo navegante, y se pierde, allá en sus fondos, y apenas es capaz de imaginar horizontes. No hay horizante para la simplicidad y contradicción del choque. No hay horizontes para lo anhelante y lo anhelable.

Y he ahí lo romántico.

El ente humana navega con sus ambiciosas seseras senderos de agua y lluvia que sus pies jamás podrán entender (porque está entendido que el ser humano piensa con sus pies, que son pies que pisan, no pies que vuelan)

Y he ahí el ente, anclado con sus zapatos negros, anhelando marea. Anhelando mar. Y en verdad anhela mi alma poética fuertes oleadas, rugidos y tormentas. En verdad anhela poeticidad. En verdad se anhela mi alma a sí misma, pues quiere salir a volar y quiere ser arena, viento y mar ella misma. Mar es libre, y libre también arena y viento y pájaro, pues no piensan, y no piensan en ir arriba o abajo, o derecha o izquierda, pues saben que no todo son caminos enmarcados en el cuadro de una palabra o de una dirección.

Y en verdad así navega mi alma poética.

En verdad anhela mi alma poética ponerse en pie y ponerse en marcha. En verdad anhela ella la música que tan fuerte hace tambalear mi existencia, haciéndola bailar sin pensar qué zapatos lleva puestos.

En verdad mi alma se anhela viéndose así misma siendo el extenso y aeterno mar, sobre arenas movedizas y bajo tormentas poderosas.

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